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Milagro de abril.

Sonia
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Si, milagro de abril… porque fue un milagro que llegara hasta abril… un milagro que nacieran sin inconvenientes de salud… un milagro que los pudiera tener en casa tan rápido…

Luego de esperar y aguantar hasta más no poder, por fin mi ginecólogo me aseguro que el 9 de abril tendría a mis chiquitines en mis brazos. Sobra decir que los nervios y la emoción nos invadían a mí y a mi esposo.

Yo no sabía que esperar a pesar de haberme preparado de todas las maneras posibles para este momento: libros, vídeos, hablar con personas a quienes les hicieron cesárea, con otras mamas de múltiples, etc.

La noche anterior no dormí, y llegadas las 5 am del 9 de abril me levante y me despedí de esa panza que me acompañó durante 35 semanas. Agarramos maletas y salimos a las 6 am para la clínica.

Entramos, me hicieron pasar a la sala de preparación y me entregaron la bata, el gorro y los “zapatos” correspondientes para ingresar al quirófano.

Luego de firmar unos papeles, conocimiento informado, orden de no resucitar, orden de donación de órganos, etc, ingrese al quirófano para que me pusieran la epidural. No sé cómo lograron colocármela, el anestesiólogo me pedía que me inclinara más hacia adelante, y no podía más, una enfermera tuvo que ayudar a sostenerme para que pudiera “doblarme” más.

Me faltaba el aire, y podía sentir la aguja moverse entre mis vertebras, raspándolas. Y de pronto, empecé a sentir un cosquilleo en mis brazos y en mis piernas y escuche a mi ginecólogo decir: “Ya está anestesiada, debemos hacer esto rápido porque no va a aguantar boca arriba” y entre la enfermera y el anestesiólogo me acostaron.

Hasta ese momento, tenía aproximadamente 5 meses de no estar más de medio minuto boca arriba sin sentir que me ahogaba.

En ese momento entro mi esposo, quien inicialmente no iba a estar en la cesárea dado la cantidad de personal necesario para esta intervención: 3 neonatologos, 1 perinatologo, 3 pediatras, 8 enfermeras, 2 ginecólogos, 1 internista, 1 anestesiólogo, 3 estudiantes de medicina. Toda esa gente, y lo único que logro calmarme fue ver los ojos (porque entre el gorro y el tapabocas era lo único que se veía) de mi esposo.

Pasaron lo que para mí fue una eternidad, pero en realidad solo fueron 5 minutos, y sentí que el peso de mi panza disminuyó, había salido el primero… Luca nació a las 7:46 am, pesando 2.055 gramos; al medio minuto, aun siendo las 7:46 am, nació Vera, con un peso de 1.725 gramos (la más pequeña); y a las 7:47 am, nació Elena, pesando 1.996 gramos.

Los pusieron en mi pecho, y los sentí respirar y llorar por unos minutos antes que se los llevaran para limpiarlos y pesarlos. “Mira que no los confundan, que les pongan las manillas como deben ser!” alcance a decirle a mi esposo mientras el acompañaba la incubadora en donde los clocaron. No sé por qué en mi cabeza pasaban las imágenes de miles de titulares de periódicos, revistar y noticieros con historias de niños cambiados en los hospitales al nacer, y eso me aterraba.

Unos minutos después los trajeron nuevamente en la incubadora para que los viera antes de llevárselos a la UCI neonatal.

Una vez finalizada la cesárea me pasaron a sala de recuperación. Luego de unos minutos llego mi esposo:
-“Los niños están en UCI, se van a quedar ahí unos días
– Porque??? No están bien?? Tienen dificultad para respirar??
-Están bien, no te preocupes, solo están un poco bajos de peso.
-Cuando puedo verlos?
-Me imagino que mañana, ahora le preguntamos al doctor”

Hasta ahí recuerdo la conversación… estaba helada, temblaba, me dolía todo el cuerpo, sentía las orejas calientes.

Me tomaron la presión y estaba bastante elevada, 150/110… trajeron unas mantas térmicas y un calentador para subir mi temperatura. A la media hora volvieron a tomar la presión, seguía elevada. Este monitoreo continuo por aproximadamente 3 horas, hasta que me pasaron a mi habitación. Una vez ahí continuaron monitoreando mi presión y mis niveles de oxígeno, cada media hora.

Este día no pude ver a los niños… sé que suena muy extraño, pero no los había visto más de 5 minutos y los extrañaba, los extrañaba demasiado. Quería tenerlos en mi cuarto, poder cargarlos, poder alimentarlos, ver sus manitos y sus piececitos. Sin embargo aún no estaba estable, mi cuerpo no se acostumbraba a no tener que bombear sangre para 4. Mi esposo me daba reportes cada hora, preferí que él estuviera en UCI con los niños y no conmigo. Mis suegros y mis papas tuvieron la oportunidad de ingresar y cargarlos…. Y yo me moría por tenerlos en mis brazos.

Al día siguiente, lo primero que le pregunté a la enfermera era si podía ir a la UCI, y para mi tranquilidad la respuesta fue positiva. Me quitaron la sonda, me levante de la cama, con el dolor más horrible que he sentido en mi vida, me bañe, me vestí, y a las 9 am estaba en la UCI, esperando para poder ver a mis hijos por primera vez.

Es indescriptible lo que sentí la primera vez que cargue a mis chiquitines, sobra decir que llore. Aunque era la primera vez que los veía; al oír mi voz sus pequeñas cabecitas inmediatamente voltearon y sus ojos se fijaron en mí.

Al día siguiente me dieron de alta con medicamentos para mantener controlada la presión, y las recomendaciones de rutina luego de una cesárea. Desafortunadamente mis chiquitines todavía les quedaban algunos días en la UCI.

No hay peor sentimiento que regresar a casa sin ninguno de los bebes, con todo el dolor que una cesárea conlleva, sin la panza, con los senos cargados y sin bebes que expliquen todo. Respeto y admiro a los papás, independientemente del número de bebes que hayan tenido en el parto, que soportan semanas e incluso meses con sus bebes en UCI, con complicaciones serias de salud.

Mis chiquitines solo estuvieron 6 días en UCI, 6 largos días, luego de los cuales estuvimos los 5 en casa. Nunca requirieron oxigeno ni medicamentos, no presentaron complicaciones de ningún tipo, solo debían ganar peso.

Luego de estos 6 días estuvimos por fin todos en casa… pero eso se los cuento en otra entrada!


scnl84
Acerca del autor - scnl84

Mamá de tres, abogada.

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