Ser médico y mamá: las dos caras de la moneda.
Creo que ser médico fue un arma de doble filo durante mi embarazo y ahora que Silvana y Julieta están con nosotros.
Cuando decidimos que ya era hora de ser padres, y a pesar de estar haciendo la tarea con juicio, no quedábamos embarazados, empecé a recordar mis clases de ginecología y a pensar en todas las posibilidades. Como buen médico, fui entrenada para pensar siempre en las peores opciones. Siempre se deben cubrir todos los diagnósticos diferenciales, para mostrarle todo el panorama al paciente. Si al final resulta que era lo menos grave, al menos no se equivocó de la peor manera, me decían mis profesores. Y mi mente recordó este entrenamiento y así empecé. Tuve que convencer a mi ginecólogo para hacerme exámenes de 2 y 3 nivel fuera del tiempo estimado de espera, y como el que busca encuentra, ahí empezó todo. Cada cosa que encontraban me hacía pensar en los peores escenarios y esto no ayudaba para nada en el » manejo del stress» que tanto recomiendan para aquellos que buscan el milagro ( así lo entendí entonces) del embarazo.
Comienzas entonces a HACER TODO LO NECESARIO para lograr tu milagro, y empieza a hablar en tu cabeza la vocecita del médico que sabe de estadísticas, de la validez de uno y otro estudio, de rigor científico, y se vuelve tan fuerte a veces que quiere callar a las voces de la fe, la esperanza y hasta el sentido común.
Y entonces, a pesar de los números, la lógica y la razón el milagro ocurre y estas embarazada! Y empezamos de nuevo a calcular riesgos, a tener presentes todos los antecedentes, a ponerle nombre a cada sensación y a empezar con los diagnósticos… Obvio, no fue un embarazo fácil, y menos cuando son dos y sabes que tu útero no tiene espacio suficiente sino para uno! Empecé a recordar todas mis lecciones olvidadas, cada turno de alto riesgo en ginecología, cada paciente complicada y a estar pendiente de cada signo. Muchas veces ser médico me ayudo a saber que hacer, otras, me paralizó al saber que podía pasar. A veces pensaba que hubiera sido mejor no saber… Creo que es complicado dejar de ser, así se por raticos.
Y nacieron Julieta y Silvana a las 30 semanas! Las 3 estuvimos en UCI y agradezco los primeros días de morfina que no me dejaron pensar tanto. Al principio no quería que los pediatras de la unidad supieran que soy médico, pero preciso uno de ellos había sido interno mío y me delató ( sin querer). Los informes sobre el estado de mis hijas debían ser traducidos a mi esposo a lenguaje de papá, porque si me lo daban a mi, parecía mas que estuviéramos pasando revista. Observar el monitor o el ventilador y saber que significaba cada número o cada curva, era un martirio constante. Oír a las mamás hablar con tanta tranquilidad ( o al menos sin tanta preocupación científica) del estado de sus bebés me hacía cuestionarme de nuevo sobre como dejar de ser médico para ser simplemente mamá.
Y los días van pasando y cada uno llegan con su novedad. Y fui aprendiendo a » cogerla suave» como dice mi amiga María Elena.
Ahora viene recordar algo del universo perdido de la pediatría, con mas calma, con la humildad del que algo aprendió y sabe lo mucho que le falta por aprender. Mis hijas me están enseñando día a día a ser su mamá. A que por mas gemelas que sean no aplican los mismos diagnósticos ni pronósticos para las dos. Que es mas importante hacerle caso a mi instinto con ellas que a los libros. Que debo se mas paciente y menos médico.
Mi pediatra es una de las que las cuidó en la unidad, y creo que me ha visto cambiar y por eso me trata ahora como a las otras mamás, y me permito hacerle esas preguntas que parecen tontas pero cuyas respuestas no se encuentran en los libros de Medicina.
Pero debo confesar que ser médico también ha traído sus ventajas, especialmente cuando tienes que argumentar frente a la funcionaria de la eps para que te autoricen algo, o cuando quieres direccionar a la terapeuta para que trabaje una u otra cosa.
En resumen: creo que uno debe aprender a que convivan en paz sus múltiples roles, a sacar el mejor provecho de cada uno y a usar cada traje en el momento que mas le convenga. Ahora el aprendizaje será el de quitarme el traje de mamá cuando empiece a sufrir por mis pacientes por ponerme en los zapatos de sus madres.

Acerca del autor - Ruth Alejandra
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